El presente texto tiene como propósito dar a conocer a diseñadores, publicistas, etc algunos detalles a tener en cuenta para poder preparar sus archivos de tal modo que no nos llevemos sorpresas a la hora de producir el rótulo. En este caso nos centramos en «El Color».
¿Te suena esta escena?: el diseñador ha escogido cuidadosamente los colores más adecuados, el cliente los ha aprobado con la pantonera en la mano, quedan definidos y el arte final firmado, y cuando vamos al rotulista, nos encontramos con una carta de colores pobre y que en nada se parece a lo que hemos escogido.
Antes de dar soluciones, es necesario que conozcamos lo siguiente:
Los fabricantes de vinilos usan prácticamente los mismos colores en sus cartas, es decir, con toda probabilidad entre todos los fabricantes conseguiremos a lo sumo alrededor de 80 a 100 referencias. Podemos encontrar fabricantes que ofrezcan gamas ampliadas, pero con la obligación de comprar mínimos que suelen ser 1000 o 2000 metros cuadrados en adelante, y a precios muy por encima de los de mercado.
Podemos imprimir sobre diferentes soportes para conseguir el color exacto, incluso para exterior, pero cuidado con la orientación: si el producto va a estar expuesto al sol, será imprescindible laminar, y aún así nadie garantizará la estabilidad del color más allá de 3-4 años, comenzando por los fabricantes de tintas, que se lavarán las manos y presentarán todo tipo de razones ambientales y de aplicación para eludir toda responsabilidad, a pesar del laminado protector.
Tenemos la posibilidad de encontrar pinturas a la carta, y desde hace algunos años ofrecen no sólo la carta RAL (el estandar europeo en pinturas, actualmente con 213 referencias) sino también referencias PANTONE (la carta de tintas que se ha estandarizado a niveles casi oficiales, con miles de colores) pero cuidado con el pigmento: cuanto más vivo e intenso el color, más probable será que la proporción entre pigmento y base sea comprometida y lo que nos ofrezcan sea una pintura muy acuosa y de poca cubrición. En estos casos, lo más recomendable será olvidarnos de pinturas sintéticas y pedir directamente pintura de carrocería, el precio varía ostensiblemente, pero en este caso merece la pena: estaremos dando a nuestro producto una durabilidad similar a la de una carrocería.
A continuación presentamos algunas sugerencias para evitar el disgusto (o algo más) de nuestro cliente final:
Si el producto final estará instalado en interior u orientado al norte, perfectamente podemos trabajar con impresión digital, que nos garantizará calidad por años. Si está orientado hacia el sol, lo mejor será trabajar con pintura de calidad o vinilo de corte (recordemos que el vinilo de corte tiene el pigmento en su masa, por lo que la estabilidad del color está garantizada durante la vida útil del vinilo).
Cuando trabajamos habitualmente con un rotulista de nuestra confianza, podemos pedirle una carta de vinilos para conocer las limitaciones de color. Es cierto que a los fabricantes les cuesta entregar cartas de color, pero la insistencia merece la pena. En ocasiones, el diseñador quizá prefiera escoger color con la carta de vinilos para no encontrarse con un problema después, especialmente si es una aplicación al exterior o en vehículos.
Si el diseño incluye imágenes o degradados, será imprescindible imprimir, con las limitaciones temporales que esto pueda suponer.
Si el rótulo será impreso, será muy recomendable que en el presupuesto y factura aparezca referenciado que el producto es laminado y la calidad del vinilo aplicado (monomérico, polimérico o fundición) para que en caso de futuros problemas con el vinilo sepamos de qué hablamos y podamos ejercer nuestro derecho. En este caso, la excepción sería la lona, que no se lamina: a lo sumo se le aplica una capa de barniz protector.
Seguiremos en breve con más sugerencias para que nuestra experiencia profesional sea agradable y sin sobresaltos.